El sector de la construcción se encuentra en un momento de profunda transformación. Aunque tradicionalmente ha sido una industria caracterizada por procesos manuales, materiales convencionales y una evolución más lenta que la de otros ámbitos, en la última década se ha visto impulsada por la digitalización, la sostenibilidad y la búsqueda de mayor eficiencia. Estos cambios no se deben únicamente a la innovación tecnológica, sino también a la necesidad de responder a los retos que plantea la sociedad actual: el crecimiento urbano, la urgencia de reducir el impacto ambiental y la demanda de espacios cada vez más flexibles y habitables.
Uno de los motores de este proceso es la digitalización. La incorporación de herramientas como el modelado de información para la construcción, conocido como BIM, ha permitido planificar, ejecutar y gestionar proyectos de forma mucho más precisa. Gracias a esta metodología, los arquitectos, ingenieros y constructores trabajan sobre un modelo virtual que contiene todos los datos relevantes de la obra, lo que minimiza errores y reduce costes. La coordinación entre diferentes profesionales se vuelve más fluida y la detección temprana de problemas evita retrasos que en el pasado eran casi inevitables. Este paso hacia lo digital no solo afecta a las fases de diseño y planificación, sino que también impacta en el mantenimiento posterior de los edificios, que pueden gestionarse con un nivel de detalle nunca visto.
La sostenibilidad es otro de los grandes vectores de cambio. En un contexto de crisis climática y creciente conciencia medioambiental, la construcción busca disminuir su huella de carbono y apostar por materiales y procesos más limpios. Esto se traduce en un mayor uso de materiales reciclados, sistemas de eficiencia energética, integración de energías renovables en los edificios y técnicas que permiten reducir el consumo de agua y electricidad en las obras. El concepto de “edificios verdes” ya no es un ideal, sino una tendencia consolidada en muchas ciudades, donde la certificación ambiental se ha convertido en un sello de calidad y valor añadido para las nuevas promociones inmobiliarias.
A esta tendencia se suma la robotización y la impresión 3D, dos campos que están revolucionando la forma de construir. Los robots ya no se utilizan únicamente en tareas repetitivas de la industria manufacturera, sino que también tienen presencia en la construcción, con máquinas capaces de colocar ladrillos, cortar materiales o realizar soldaduras de forma automática y con gran precisión. La impresión 3D, por su parte, ha demostrado ser capaz de levantar estructuras en tiempo récord y con una reducción notable de desperdicios, lo que abre la puerta a nuevas formas de diseñar viviendas más asequibles y sostenibles. Aunque todavía no es una práctica extendida en todos los países, ya existen proyectos piloto que demuestran su viabilidad y que anticipan un futuro en el que esta técnica será más común.
La innovación también se refleja en el uso de la inteligencia artificial y el análisis de datos para la gestión de proyectos. Estas tecnologías permiten prever retrasos, calcular costes con mayor exactitud y mejorar la seguridad en las obras. Los drones se han convertido en herramientas habituales para inspeccionar terrenos o supervisar el avance de los trabajos desde el aire, ofreciendo información en tiempo real que antes era difícil de obtener sin un gran despliegue de recursos.
Dentro de este panorama de cambios, merece especial atención el avance en el uso de los prefabricados de hormigón. Aunque no es una tecnología nueva, su desarrollo reciente ha permitido que se conviertan en una de las soluciones más eficientes para la construcción moderna y, en este sentido, los elementos prefabricados, que se elaboran en fábricas especializadas bajo condiciones controladas, garantizan una calidad uniforme y reducen de manera significativa el tiempo de montaje en obra. Esto, según nos cuentan desde Eiros, no solo abarata costes, sino que también disminuye la generación de residuos y mejora la seguridad de los trabajadores al limitar las tareas que deben realizarse en el propio terreno. Además, los prefabricados ofrecen una enorme versatilidad, ya que pueden adaptarse a proyectos de gran escala como puentes o edificios industriales, pero también a viviendas residenciales que buscan rapidez sin renunciar a la durabilidad.
¿Aumenta el coste de las construcciones el uso de nuevas tecnologías?
En la mayoría de los casos, el uso de nuevas tecnologías en construcción eleva los costes iniciales, pero a medio y largo plazo suele reducir el coste total del proyecto y mejorar su rentabilidad.
Por un lado, muchas innovaciones requieren una inversión fuerte al inicio. La implantación de BIM, por ejemplo, implica formar al personal, adquirir licencias de software y renovar equipos informáticos. Lo mismo ocurre con drones, sensores IoT o sistemas de gemelos digitales, que necesitan hardware especializado y profesionales capacitados. También la impresión 3D de viviendas o los materiales avanzados como el hormigón autorreparable tienen un coste por unidad mayor que las soluciones tradicionales.
Sin embargo, el valor de estas tecnologías está en lo que aportan en fases posteriores. La reducción de errores de diseño y planificación, la optimización de recursos y la disminución de tiempos de obra compensan la inversión inicial. Por ejemplo, el uso de BIM puede recortar hasta un 20 % los sobrecostes derivados de fallos de coordinación. Los drones y la inteligencia artificial reducen los retrasos y mejoran la seguridad, lo que significa menos gastos imprevistos. Los prefabricados, aunque exigen plantas de producción avanzadas, permiten montar edificios en semanas en lugar de meses, ahorrando mano de obra y alquiler de maquinaria.
Otro factor clave es la durabilidad y, en este sentido, materiales innovadores como vidrios inteligentes, recubrimientos autolimpiables o cementos con microcápsulas reparadoras prolongan la vida útil de las construcciones y reducen el gasto en mantenimiento. Del mismo modo, los sistemas de monitorización mediante sensores IoT permiten anticipar reparaciones y evitar fallos graves, lo que ahorra millones en infraestructuras críticas como puentes, túneles o aeropuertos.