Cada vez hay más divorcios, ¿deberías preocuparte?

En los últimos años, es difícil no cruzarte con historias de parejas que deciden poner fin a su matrimonio. A veces es gente conocida, otras veces son cifras que aparecen en las noticias, pero siempre dejan la sensación de que separarse ya no es tan extraño como antes. No hablamos de casos aislados: el divorcio se ha convertido en una opción mucho más presente que en décadas anteriores, y eso dice mucho de cómo han cambiado las relaciones y la sociedad.

No es que antes las parejas no tuvieran problemas. La diferencia es que hoy existe más libertad y menos presión para permanecer juntos a cualquier precio. También hay más información, más vías legales y un entorno cultural que no castiga tanto la separación. Sin embargo, detrás de cada divorcio hay decisiones difíciles y consecuencias que afectan a más personas que solo la pareja.

 

Lo que muestran los números

En España, las cifras confirman que la tendencia es real. El año pasado se registraron alrededor de 110.000 divorcios. La tasa es de unas 2,3 disoluciones por cada mil habitantes, y no parece que vaya a bajar pronto. Muchos se resuelven de forma pactada, sin largos juicios, lo que demuestra que buena parte de las parejas que se separan prefieren hacerlo sin guerra legal.

El aumento tiene varias explicaciones. Hay una generación que no ve el matrimonio como un compromiso inamovible. La independencia económica, sobre todo de las mujeres, ha reducido la dependencia que antes obligaba a mantener relaciones insatisfactorias. Y la normalización del divorcio en el discurso social también influye: ahora separarse no es un estigma, sino una decisión personal legítima.

 

Qué significa para ti

Que aumenten los divorcios no implica que tu relación esté en riesgo, pero sí puede invitarte a reflexionar sobre cómo está y qué quieres para el futuro. Que hayan aumentado, no determina si deberías preocuparte o no. Todo depende de tu propia situación. Lo que sí es seguro es que, si te ves en la situación, informarte y actuar con calma marcará la diferencia.

Cada pareja vive realidades muy distintas. En algunos casos, la separación llega después de un proceso largo y pensado; en otros, es consecuencia de un conflicto puntual que no se consigue resolver. A veces el detonante es económico, otras veces emocional, y en ocasiones es una mezcla de factores que llevan tiempo acumulándose. Lo importante es no tomar decisiones solo desde la frustración o la rabia.

 

¿Quién sale mejor parado?

Durante mucho tiempo se decía que las mujeres eran las grandes beneficiadas de un divorcio, especialmente porque solían quedarse con la custodia de los hijos y recibir algún tipo de pensión. Esto, en gran parte, estaba vinculado a que en muchos matrimonios el hombre trabajaba fuera y la mujer se ocupaba del hogar. En ese contexto, la ley trataba de compensar el desequilibrio económico.

Pero, hoy las cosas han cambiado. La custodia compartida es cada vez más frecuente y los jueces analizan con más detalle la realidad de cada familia. Si un hombre ha estado más implicado en la crianza o ha dejado de lado oportunidades laborales por el cuidado de los hijos, también puede recibir pensión compensatoria. La clave ya no es el género, sino el papel y la situación económica de cada persona.

Esto no significa que todos los casos sean justos ni que no haya conflictos, pero sí refleja un avance hacia decisiones más equilibradas. El punto de partida no es “ella gana” o “él pierde”, sino qué escenario protege mejor a los hijos y compensa de forma razonable las diferencias económicas.

 

Lo que suele romper una relación

Las rupturas no siempre tienen una causa clara. A veces es una acumulación silenciosa de pequeños problemas que, con el tiempo, se vuelven insoportables. En otras, hay un hecho concreto que rompe la confianza o la convivencia. Falta de comunicación, discusiones constantes, desinterés, infidelidades, tensiones económicas o cambios en las prioridades vitales son factores habituales. Y, no podemos olvidar, el haber corrido demasiado al principio y elegido a la persona equivocada.

También influyen aspectos menos visibles, como la sensación de que cada uno vive una vida paralela, sin apenas puntos en común. El día a día, las obligaciones y el estrés pueden desgastar incluso relaciones que parecían sólidas. Y aunque muchas parejas intentan reparar lo que no funciona, no siempre es posible encontrar un punto de reencuentro.

 

Cuando hay hijos de por medio

La presencia de hijos convierte cualquier divorcio en un proceso más delicado. No se trata solo de decidir dónde vivirá cada uno o cómo se repartirán los gastos. También hay que cuidar el impacto emocional que puede tener en los niños y en la relación que mantendrán con cada progenitor.

Los abogados de Abogados Santander, aclaran que lo primero siempre es pensar en el bienestar de los menores. Recomiendan pactar de forma clara cómo se organizarán las visitas, las vacaciones, la comunicación diaria y todo lo relacionado con la escuela o las actividades. Incluso si hay buen entendimiento entre los padres, es mejor dejarlo todo por escrito para evitar malentendidos futuros.

Un error frecuente es utilizar a los hijos como herramienta de negociación o de presión. Eso, además de ser perjudicial para ellos, suele complicar cualquier proceso legal. También señalan que la mediación puede ser muy útil para alcanzar acuerdos sin que el caso termine en un juicio largo y costoso, tanto en dinero como en desgaste emocional.

Mantener la estabilidad en su día a día, no hablar mal del otro progenitor delante de ellos y mostrar un frente común en lo que respecta a su educación y cuidado son pasos que marcan una gran diferencia. Incluso cuando la relación de pareja se termina, la relación como padres debe seguir funcionando.

 

El reparto de bienes

En España, muchas parejas se casan bajo el régimen de gananciales, lo que significa que todo lo adquirido durante el matrimonio pertenece a ambos a partes iguales. Esto incluye no solo la vivienda o las cuentas bancarias, sino también deudas. Al divorciarse, lo habitual es hacer un inventario y repartirlo al 50 %, salvo que haya un acuerdo diferente.

Los bienes que uno tenía antes de casarse o que ha recibido como herencia o donación no entran en ese reparto. Tampoco los que se demuestre que son propiedad privativa por otros motivos. Si hay una hipoteca en común, pueden vender la casa y repartir lo obtenido o que uno se quede con la vivienda y compense al otro económicamente.

Los abogados insisten en que documentar todo desde el principio es fundamental: escrituras, recibos, extractos bancarios… Así se evitan discusiones y se facilita el proceso. También recomiendan no subestimar los bienes de menor valor, porque todo cuenta a la hora de calcular el patrimonio final.

 

Afrontar la separación

Pasar por un divorcio no es solo un trámite legal; también es un reto emocional. La forma en que lo afrontes puede marcar tu vida durante mucho tiempo. Actuar con calma, sin precipitarte, es clave. Incluso si hay prisa por salir de la situación, dar pasos sin pensar puede traer problemas después.

Buscar asesoramiento legal desde el primer momento ayuda a entender tus derechos y obligaciones. También es importante separar las finanzas lo antes posible, para que cada uno tenga claridad sobre lo que ingresa y gasta. Mantener un tono respetuoso, aunque cueste, suele evitar conflictos que alargan el proceso y encarecen el coste.

Cuidar la salud mental durante esta etapa es igual de importante que atender los asuntos legales. Hablar con amigos, familia o un profesional puede ser de gran ayuda para tomar decisiones con la cabeza más fría. Al final, un divorcio implica un cambio de vida y es normal necesitar un tiempo de adaptación.

 

¿Y si no es tu caso?

Puede que todo esto te suene lejano porque tu relación está en buen momento. Aun así, conocer cómo funcionan los procesos y cuáles son las causas más frecuentes de separación puede ayudarte a prevenir problemas. No se trata de vivir con miedo, sino de tener herramientas para cuidar la relación.

La comunicación abierta, compartir responsabilidades y dedicar tiempo a la pareja son hábitos que fortalecen el vínculo. También es útil reconocer las señales de que algo no va bien y abordarlas antes de que crezcan. Saber cómo se gestionan los conflictos y qué opciones existen si la relación se complica es, en el fondo, una forma de protección.

 

Lo que te llevas de todo esto

El hecho de que haya más divorcios a tu alrededor no es una razón para que te preocupes por tu matrimonio. Lo relevante es cómo está tu relación y qué harías si llegara el momento de tomar esa decisión. Las leyes y la mentalidad social han cambiado, y hoy los jueces tienden a buscar soluciones más equilibradas que en el pasado.

Al final, lo que marca la diferencia no es la estadística, sino cómo te enfrentas tú a la realidad que te toque vivir. Estar informado y actuar con sensatez te pone en mejor posición para cuidar de ti, de tu familia y de tu futuro.