Los locales más elegantes se llaman “Clubs”.

Los clubs son locales de ocio nocturno en lo que empezar la noche con los amigos en un ambiente exclusivo, escuchando buena música y degustando un coctel o una bebida de calidad. En algunos de ellos, si así lo deseas, podrás disponer de un reservado o de la zona vip, donde recibir un trato exquisito, sin que nadie te moleste. Conozcamos un poco más sobre este tipo de locales.

Los clubs son un formato procedente del mundo anglosajón, al igual que los Pubs. Los Pubs son cervecerías y bares de copas públicos. Abiertos a todo tipo de personas, para que puedan tomarse una pinta de cerveza al caer la tarde. Los clubs son más exclusivos. En ellos se cuida con mimo hasta el último detalle: la decoración, la música, el servicio. Son más indicados para tomar combinados y licores. Esto no quiere decir que tengan el acceso restringido. Están abiertos al público, pero requieren una educación y una elegancia en las formas que no se exige en otro tipo de establecimientos de ocio.

El verano pasado, salí una noche de fiesta con mi pareja por Alicante. Caminando por el casco antiguo, buscando un local agradable en el que tomar algo, me topé por casualidad con el “Havana Barrio Club”, perteneciente al Grupo Concerto, una empresa que, por lo que me dijeron, tiene varios locales de este tipo en la ciudad. Nos sirvieron un par de mojitos mientras escuchábamos de fondo rap, hip-hop y música urbana latina. El local disponía de una tranquila terraza y de una zona vip.

No era un pub al uso, ni un bar nocturno cualquiera en el que ponen música. Se respiraba otra atmósfera. Para comprender el concepto de “club”, nada mejor que echar un vistazo a la historia, para conocer como se ha forjado este término.

Los clubs de Jazz.

En un artículo bastante interesante publicado en la revista musical Dirty Rock se habla de cómo la evolución del jazz va unida a la historia de los bares en los que se tocaba este tipo de música.

El jazz nace a principios del siglo XX en ciudades como Nueva Orleans, Nueva York y Chicago. Cuando músicos negros, formados en el blues, entran en contacto con las orquestas que tocaban en locales nocturnos con música en vivo.

En enero de 1920 se promulga en Estados Unidos la ley seca. Una ley por la cual se prohíbe fabricar y vender alcohol. En ese momento empiezan a fraguarse grupos de contrabandistas que se dedican a distribuir alcohol de forma clandestina. La venta de alcohol ilegal se convierte en un negocio altamente lucrativo. La gente es capaz de pagar cantidades desorbitadas por una botella de licor.

Los mismos contrabandistas montan locales clandestinos donde la gente podía reunirse y beber, fuera del control de las autoridades. Para hacer más agradable la estancia a los asistentes, los propietarios del local contrataban músicos de jazz que tocaban en directo. Era una manera de justificar que se cobrara 14 dólares de aquella época por una botella de whisky.

Los clubs clandestinos se ubicaban en las zonas más recónditas de la ciudad. Es el caso del famoso Cotton Club, situado en el barrio de Harlem. Un barrio obrero de población afroamericana, donde la mayoría de los clientes del club eran distinguidos empresarios blancos de la ciudad. Curiosamente, los músicos eran negros, algunos de los mejores intérpretes de jazz de aquel momento, como Duke Ellingtong. Los negros tocaban, podían incluso encargarse de la seguridad, pero tenían prohibido el acceso al club como clientes.

Un caso curioso son los clubs de jazz de Nueva Orleans. La ciudad sureña ya contaba con una agitada vida nocturna antes de la década de los años 20. Era habitual encontrar en ella bares en los que se tocara música en vivo. La población negra estaba menos segregada que en el resto del sur de los Estados Unidos. Nueva Orleans era un centro económico y de negocios, donde se cerraban la compraventa de productos agrícolas producidos en el sur. Para cerrar los tratos, los comerciantes pasaban varios días en la ciudad, por lo que para hacer más amena la estancia proliferó una variada oferta de ocio.

Con la entrada en vigor de la ley seca, los clubs clandestinos donde se vendía alcohol se ubican en los sótanos de otros locales ya existentes que funcionaban con normalidad. La entrada al sótano estaba controlada por una especie de vigilantes de seguridad, vestidos de paisano, que permitían el acceso a los clientes conocidos y velaban porque no entrara la policía. Digamos que los sótanos eran como una zona vip en la que se permitía hacer aquello que estaba prohibido en la parte pública.

La ley seca duró una década, y en ella se forjaron grandes fortunas. La mayor parte del capital que manejaban conocidos gánsteres como Al Capone provenía de la fabricación y venta de alcohol.

Los clubs de la Habana Vieja.

Cuba se independiza de España en 1898 con la intervención activa de los Estados Unidos. De hecho, la isla pasa de facto a convertirse en una colonia norteamericana. Por el buen clima y el atractivo de la isla, la Habana se transforma en un destino preferencial de ocio para acaudalados empresarios norteamericanos.

Se considera que la época dorada de la Habana fueron los años 30, 40 y 50. En aquellos años, muchos contrabandistas, que hicieron dinero durante la ley seca, crean negocios de ocio de todo tipo en la capital cubana. Entre ellos, exportan el formato de los clubs de jazz, solo que en este caso, los músicos tocan música cubana y en lugar de vender whisky se vende ron. Es la época en la que nace el cabaret Tropicana o el Buenavista Social Club, reivindicado en los años 90.

Estos locales, en teoría, están abiertos al público. Pero en realidad solo acceden a ellos los visitantes norteamericanos y las autoridades de la isla. En Cuba, en ese momento, no está prohibido ni el juego, ni el alcohol, ni ningún tipo de actividad que se nos pueda pasar por la cabeza. Las fiestas, para un núcleo privilegiado de clientes, son interminables, y los beneficios que generan para los empresarios dueños de los locales, cuantiosos.

La existencia de locales sociales exclusivos en Cuba no la importan los norteamericanos. El blog Historia de Cuba nos habla de la fundación del Casino Español de Guanajay en 1870. Era un local en el que se reunían empresarios, militares, funcionarios y personalidades para fumar, leer la prensa, beber ron o brandy y mantener animadas tertulias. A pesar del apelativo español, no era un local exclusivo para la comunidad española, podía acceder a él cualquier persona que estuviera avalada por dos socios.

Antes de la independencia, Cuba no estaba tratada como una colonia, sino como una provincia. Tenía representación en las cortes de Madrid, y disponía de una renta per cápita superior a la de la península ibérica.

Los Dance Clubs londinenses.  

A mediados de los 80 se decreta el cierre de los locales nocturnos en Londres a las tres de la madrugada. En una ciudad tan bulliciosa como Londres, la gente demandaba lugares en los que poder seguir bailando y continuar con la fiesta cuando habían cerrado las discotecas y los pubs.

Es entonces cuando se abren locales clandestinos en los que poder bailar. Se hace normalmente en naves industriales abandonadas que se acondicionan para la ocasión. Están localizadas fuera de las zonas residenciales y, por tanto, el trasiego de gente no llama la atención. Estos locales no estaban señalizados, para acceder a ellos necesitabas conocerlos previamente.

Había que golpear la puerta de lo que parecía una fábrica o un almacén y darle una contraseña al vigilante de seguridad que abría la puerta para poder entrar. Una vez dentro, podías beber y bailar hasta el día siguiente. Eran como una especie de “After”, solo que tenían un cierto carácter ilegal. No había gente agolpada en los alrededores, ni se pagaba entrada. Todo debía ser discreteo. Era la clave para que el local funcionara. Eso sí, las consumiciones eran más caras de lo normal.

La irrupción de los Dance-Club coincide con el resurgimiento del tecno pop. Con grupos como “The Communards”, compuesto por un músico que tocaba un sintetizador y un cantante que cantaba y bailaba. Algunos de estos grupos comenzaron tocando en Dance Clubs.

También en estos locales aparecen los De Jays, tal y como los conocemos en la actualidad. Alguien que maneja una mesa de mezclas y va mezclando diferentes vinilos para sacar un sonido nuevo. Hasta entonces, en las discotecas lo que se hacía en la cabina era pinchar canciones sueltas de los discos, intentando mantener una cierta coherencia en cuanto a la música que se iba poniendo.

En los Dance Clubs pinchaban los D.J. residentes, que habitualmente trabajaban en el club, y los D.J. invitados, provenientes de otros clubs y a los que se les cedía un espacio a lo largo de la noche. En torno a estos clubs se forjó toda una cultura que pervive hasta la actualidad.

Todo esto nos da una idea del carácter exclusivo que tienen los clubs en comparación con otro tipo de locales nocturnos.