Cuentan los rumores que un embajador español que conoció la Rusia de los zares, cuando vio esta tierra pacense, comentó que le recordaba al campo ruso. El comentario despertó tanta simpatía que rebautizó el nombre de esta comarca. La Siberia Extremeña es una región natural de gran belleza, desconocida para el gran público, que vale la pena descubrir.
Situada al noreste de la Provincia de Badajoz, lindando con las provincias de Toledo, Ciudad Real, Cáceres y las comarcas pacenses de la Cijarra, la Selena y las Vegas Altas, está considerada como Reserva Natural de la Biosfera.
En ella confluyen 5 ecosistemas que le proporciona una idiosincrasia única. Por un lado, las estribaciones meridionales de los Montes de Toledo, con las Sierras como La Rinconada. Peñas escarpadas que sirven de cobijo para especies en peligro de extinción como el Águila Imperial y el Alimoche. Dispone de un extenso acuífero. Por su territorio transcurren el Río Guadiana y sus afluentes el Zújar y el Guadalemar. Cuenta con 5 pantanos, entre ellos el de la Selena, el más grande de España y un amplio número de manantiales, torrentes y arroyos. Es el territorio con más kilómetros de costa interior de todo el país debido a sus ríos, embalses y pantanos
En sus más de 2.800 kilómetros cuadrados hay lugar para la dehesa, el bosque mediterráneo espaciado por el hombre y, desde luego, para las llanuras esteparias, espacios herbáceos semidesérticos. Debido a la orientación de las sierras, y a la diferencia de precipitaciones de una zona a otra, se han creado microclimas con diferencia notable de temperatura en unos pocos kilómetros de distancia.
A pesar de su extensión, solo hay 11 municipios que albergan un total de 26.000 habitantes. Hay territorios por los que no transcurre ni tan siquiera un camino diseñado por el hombre. Los oriundos del lugar se han movido por ellos andando, a lomos de animales o sobre los emblemáticos Lands Rovers.
La zona se ha dedicado siempre a la agricultura, y sobre todo a la caza y a la ganadería. Por ella transcurren varias rutas de trashumancia, como la cañada segoviana, la soriana y la leonesa.
Es un espacio natural, como lo es la sabana africana o la tundra ártica. Un rincón de gran diversidad biológica, con una rica fauna y flora. Donde apenas ha intervenido la mano del hombre, y eso que está presente en la zona desde la época del paleolítico.
El paraíso de los amantes de las aves.
Por su gran biodiversidad, la estepa está habitada por más de 500 especies de vertebrados silvestres, gran parte de ellos, aves. Según informa la web Turismo La Siberia, creada por la Junta de Extremadura, el aficionado a observar aves salvajes en libertad puede disfrutar de su contemplación en 22 miradores habilitados para ese uso, cubriendo los diferentes ecosistemas. Todo ello sin recorrer muchos kilómetros de distancia. Una oportunidad única para observar especies en peligro de extinción como el águila imperial ibérica, el buitre negro o la cigüeña negra.
Desde el mirador del Centro de Fauna Rupícola de Puerto Peña, situado en las inmediaciones de la Presa de García de Sola, en el municipio de Talarubias, se contempla la colonia más grande de buitres leonados de Badajoz, así como el alimoche común, la golondrina daúrica o el águila perdicera.
En el Cerro Masatrigo, en la carretera comarcal que va desde Cabeza de Buey a Puebla de Alcocer, a 526 metros de altura, se observan cigüeñas blancas y negras, el somormujo, la garza real o la gaviota reidora.
Ya, caminando por La Puebla de Alcocer contemplamos sobre los tejados la colonia de Cernícalos más poblada del mundo. En el campanario y el tejado de la iglesia anidan cigüeñas gran parte del año.
En los humedales de la Siberia encontramos aves migratorias que pasan en ella la primavera y el verano, otras invernales que permanecen en los embalses durante el invierno como el pato colorado o la cerceta, otras que van de paso en su viaje desde Europa a África, y pájaros que viven permanentemente allí, como el Martín pescador.
En las peñas rocosas habitan alimoches, águilas, buitres, búhos, cigüeñas, que sobrevuelan todo el territorio en busca de alimento.
En la llanura esteparia vive la avutarda. El ave voladora más pesada de la tierra. Junto a ella, encontramos carracas y aguiluchos cenizos.
Un lugar fantástico para las personas que disfrutan contemplando los animales en libertad.
La dehesa. La convivencia del hombre y la naturaleza.
La dehesa extremeña es el bosque mediterráneo espaciado por el hombre, mediante la acción, en muchas ocasiones, del ganado. En ella encontramos los árboles, en lugar de agolpados, a varios metros de distancia unos de otros.
A pesar de lo que se pueda pensar, es un hábitat natural, no artificial. Esta era la función que realizaban las manadas de los grandes herbívoros, por su propia naturaleza, antes de que el hombre los domesticara o los extinguiera.
La dehesa tiene una función protectora. Actúa como cortafuegos, evitando que los incendios se propaguen de forma devastadora. En ella, el ganado, pastando suelto en el campo, se alimenta de la hierba, esparce con sus excrementos las semillas y abona la tierra. Crea un nuevo ecosistema en el que habitan roedores pequeños como liebres y ratones, y pequeños depredadores como el mochuelo.
En este caso, ha sido el hombre quien ha guiado esta labor, buscando crear pastos de calidad en los que alimentar de forma natural la ganadería. En la dehesa encontramos árboles de hojas duras como la encina, el alcornoque y una amplia gama de matorrales.
Para el viajero la dehesa es tranquilidad, relajación. Largos paseos por el campo escuchando a lo lejos el trino de los pájaros, la brisa en el rostro, los rallos de sol en la cabeza. Un paisaje que llama a disfrutar del silencio, de la meditación.
En La Pajarona, una casa rural de la comarca, situada a las afueras de Siruela, nos comentan que la dehesa está repleta de casas solariegas centenarias. Algunas de ellas rehabilitadas por los vecinos y convertidas en alojamiento turístico. Un lugar en el que el viajero puede hospedarse mientras descubre la región o sencillamente retirarse a descansar y desconectar de su vida diaria.
Cinco interesantes razones para descubrir La Siberia.
En la revista National Geographic enumeran una serie de atractivos y singularidades de la zona por los que vale la pena desplazarse a conocerla.
- Sus pueblos. Los pueblos de La Siberia están cargados de historia y de monumentos curiosos que sorprenden al visitante. En la Siruela, antigua capital invernal de la Mesta, se encuentra el palacio de los Duques de Fernán Nuez situada en la Plaza España, el Convento de las Clarisas inaugurado en el siglo XVI y “Los Paredones”, las ruinas de una vieja fortaleza levantada por los templarios.
Lindando con la provincia de Ciudad Real se encuentra el municipio de la Garbayuela. En él se levanta el monumento a la mujer extremeña. Una estatua en bronce de una mujer con un niño en brazos, realizado por la escultora Reyes Abades. Con él se rinde homenaje a la fortaleza y determinación de las mujeres de la región. El pueblo también es famoso por el “baile del paloteo”, un baile folclórico realizado por hombres ataviados con trajes regionales que chocan sus garrotes al ritmo de la música. Se escenifica en la Plaza Mayor cada año el 3 de febrero, día de San Blas.
- La oveja negra merina. Una raza de oveja con la piel negra y lana blanca que se cría en condiciones de semilibertad pastando suelta en la dehesa. Es una especie muy apreciada por su lana.
- Picos y embalses. La zona cuenta con 5 embalses construidos en la época franquista, de una gran riqueza faunística salvaje. No muy lejos de ellos están las cimas escarpadas de la sierra. De un bosque de pinos y castaños emerge la Montilla, el pico más alto de la región, con 940 metros de altitud, desde el que se puede divisar toda la zona. En el centro del pantano de la Serena se levanta el cerro Masatrigo, como una pirámide circular saliendo del embalse.
- El gigante de la Puebla de Alcocer. En la Puebla de Alcocer, uno de los principales municipios de La Siberia, coronado por su majestuoso castillo árabe, nació a mediados del siglo XIX, Agustín Luengo, el segundo español más alto de todos los tiempos. Midió 2,35 metros. Un museo en el pueblo cuenta su historia.
- La Miel de Fuenlabrada de los Montes. En el extremo norte de La Siberia se encuentra este singular municipio, conocido como el pueblo de los apicultores. Rodeado de monte, dehesa y bosque, se ha especializado en la cría de abejas y en la producción de miel. Entre las variedades que produce está la “Miel de Mil Flores”, la “Miel de Brezo”, “Miel de Romero”, “Miel de Tomillo”, “Miel de Azahar”, “Miel de Eucalipto”, “Miel de Encina” y “Miel de Bosque”.
La Siberia Extremeña es uno de esos rincones mágicos que se encuentran en nuestro país y, que por desgracia, no son muy conocidos. Basta con coger el coche y ponerse a explorarlo.